EXCURSIÓN A LAS HOCES DEL RIO RIAZA
Ayer fue uno de esos días que los de la ruta de senderismo, retomamos
otra vez esa actividad de volver a ponernos en marcha, después de haber
permanecido inactivos durante la época veraniega.
La cita era a la hora de costumbre, siete de la mañana en el lugar
habitual, puntuales a la hora prefijada, allí estábamos los que nos solemos
apuntar a este tipo de actividad por llamarlo de alguna manera o esos que
tenemos poco que hacer y que invertimos nuestro tiempo en peregrinar por
determinados parajes de nuestra geografía.
Nuestro destino estaba a unas tres horas de autocar desde el punto de
partida, pues era Montejo de la
Vega , un pueblo segoviano, a orillas del río riaza, desde
donde emprendimos la marcha en dirección contraria al discurrir de las aguas
del mismo hasta llegar o adentrarnos en esas paredes, barrancos o revueltas con
forma de hoz que el río ha creado con el discurrir de sus aguas.
Los acantilados se sucedían unos a otros y los carroñeros o un grupo de
ellos sobrevolaban nuestras cabezas esperando u oteando desde sus miradores o
desde las alturas por si alguno desfallecía.
Afortunadamente no tuvieron suerte, porque todos llegamos a nuestro
próximo destino que era la presa o los muros de contención del embalse de
Linares del Arroyo después de haber recorrido unos doce kilómetros.
Por la carretera que debió dar
origen a su construcción salimos de los acantilados y en la cima de ellos no
esperaba el autocar para recogernos.
De allí nos dirigimos a nuestro siguiente destino, el lugar donde
íbamos a reponer fuerzas del desgaste sufrido, un restaurante o mirador con
vistas al embalse y perteneciente al pueblo de Maderuelo, que se encontraba
otro lado del mismo.
Repusimos líquidos en la terraza del mismo con un refrigerio y pasamos
al comedor, para degustar unos pimientos del piquillo rellenos de un compuesto
con sabor a bacalao y fécula, en salsa o crema de tomate, aromatizada con
especias y de segundo un lechazo al horno jugoso y exquisito con su
correspondiente ensalada, postres y cafés.
Emprendemos marcha nuevamente con destino a otro pueblo llamado Ayllón,
donde visitamos una iglesia románica y un museo, para una hora más tarde poner
rumbo a esa ciudad bañada por el Esgueva y el Pisuerga, donde habíamos recogido
a unos compañeros que se habían sumado a la expedición y de allí regreso a
nuestro lugar de origen o esta ciudad dorada y maravillosa surgida o creada a
orillas del Tormes.
Desde mi séptimo cielo o este lugar donde resido habitualmente, ese
charrito extremeño que relata estas historias sin importancia, un saludo.
Managuper.
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