DE MARCHA
Ayer fue uno de esos días que los senderistas o peregrinos de esa
asociación a la que pertenezco, tenía programada una marcha por una cañada
real, o por esos lugares donde suele transitar el ganado, bien sean ovejas,
carneros, cabras, vacas u otro tipo de animales cuando son trasladados de una
finca, de una provincia, o de una región a otra, aunque cada vez está más en
desuso.
Pues ahora ya lo suelen hacer en tren, camiones u otro tipo de
transporte, por suerte o por desgracia, me tocó conocer este tipo de vida, que
llevan algunas personas llamadas trashumantes, aunque no llegué a practicarlo,
porque mi padre nunca quiso que yo siguiera su oficio, seguro que en más de una
ocasión le tocó transitar por la misma.
Así que a la hora prefijada, estábamos en el lugar de costumbre y media
hora más tarde, descendiendo del autocar para empezar la marcha.
Este nos dejó en una confluencia de la carretera que llevábamos, con
otra local o comarcal y de allí nos dirigimos por un camino a encontrarnos con
la misma a un kilómetro más o menos de distancia.
Una vez en ella como si fuéramos esos animalitos que he mencionado
antes, solo que menos numerosos pues solo éramos 37 o 38, cada uno cogió su ritmo, se arrimó, a su
pareja, su grupo o amig@s y así fue transcurriendo nuestro peregrinar, por esos
campos, entre encinas, chaparros, matojos, trigales, ovejas, vacas y demás.
El verdor de la hierba, las encinas, trigales, o campos de cebada, así
como los violetas, los amarillos, blancos, rojos de diversas plantas en flor,
como la contuesa, manzanillas, margaritas, amapolas, o dorados de algunas
plantas que estaban empezando a secar o granar y el ocre o rojizo de algunas
tierras volteadas o el azul cielo teñido de esos colores blancos o grises, de
cirros, cúmulos o estratos, nos fueron acompañando durante todo el recorrido.
Así como unas pesadas moscas que no había forma de quitarse de encima,
ni aunque las osearas, por lo que cada uno se las quitaba de encima como podía,
bien fuera dando manotazos, gorrazos, o espantándolas con alguna planta.
Hora y media más tarde, estábamos reponiendo fuerzas, pues fue la hora
del bocadillo y unos metros más adelante cruzamos una carretera y en este punto,
los que no quisieron seguir la peregrinación, se acercaron al pueblo más
cercano para encontrarse con el autocar.
Los demás seguimos nuestra marcha, cada uno a su ritmo, o dosificando
las fuerzas para poder llegar al siguiente destino, otro pueblo, tan distante
como lo que llevábamos andado.
Llegados a este punto, casi después de otras dos horas, donde tomamos
un refrigerio, para reponer líquidos, los hubo que decidieron no continuar y se
sumaron a los que ya venían en el autocar.
Trece seguimos la tercera etapa del recorrido en un principio, a la que
también se sumaron otros tres o cuatro que venían cerrando filas.
Nos encontramos con un pastor al que le dije: córtele Vd. Las melenas a
las ovejas, pues las tienen muy largas y me contestó: ya hace seis años que no
se las corto, por lo que decidí no preguntarle los motivos.
Este recorrido ya lo hicimos por una carretera local llena de baches, a
la que no vendría nada mal le dieran una mano de betún o alquitrán para
quitarle los mismos.
Y dos horas más tarde estábamos en el último punto de encuentro, donde
nos esperaba el autocar y en uno de sus bares, tomamos otro refrigerio.
Los kilómetros recorridos fueron veinticinco para los que lo hicimos
completo, otros se quedaron a ocho y otros a dieciséis.
A la hora prevista estábamos en el restaurante donde degustamos, unos
fritos de primero o entrantes, compuestos por croquetas, calamares rebozados y
gambas con gabardina.
De segundo, unas alubias con chorizo y oreja de cerdo.
Y de tercero carrilleras en salsa, acompañado todo de su
correspondiente pan y vino.
De postre flan de huevo y helado, cafés y licores.
Cada oveja se enfrentó a su pareja, quiero decir que es así como se
suelen sentar los matrimonios.
Había algunos nuevos y otros que fallaron, como “El Místico, El Yupi, el
Doctor Infierno o El Quijote” aunque contamos con la presencia de su fiel
escudero o sea Sancho Panza, El Rey Pasmao, El Presi y un tal Juli, que no es
el torero, sino el que nos organiza o programa los viajes o marchas, que además
a última hora siempre se suele convertir en “El Cobrador del Frac”, aunque no
se lo ponga.
Los hubo que jugaron a las cartas o con las cartas, como es habitual y
otros nos sentamos en la terraza a tomar el sol, donde algunos dieron su
correspondiente cabezada a la hora de la siesta
Por veinticinco euros, disfrutamos de un día maravilloso en paz y buena
armonía y a las seis regresamos a nuestro punto de partida y cada uno para su
casa.
Desde mi séptimo cielo hasta esa próxima.
Managuper.
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