miércoles, 11 de diciembre de 2013

208 ALGUNAS COSAS DE MI INFANCIA

                                                  208 Algunas cosas de mi infancia

No pretendo contaros todas las cosas de mi infancia o adolescencia, pero si algunas de las que considero más importantes, otras solo permanecerán en mi recuerdo y nunca llegaran a ver la luz, porque no las considero importantes o dignas de contar.

Aunque poco a poco a través de algunos de mis escritos, ya lo he ido haciendo, digamos que me gusta hablar de mi pueblo o de esas buenas gentes que me vieron crecer y desarrollar con los que tuve la gran suerte de compartir algunos de esos primeros años de mi vida.

Gente sana, buena, sin maldad aparente, aunque de todo suele haber en la viña del señor, pero todos los recuerdos que tengo o que afloran en mi mente son buenos, por tanto no puedo hablar mal de ellos.

Os estoy hablando o me remonto a esos años difíciles que fueron los de la posguerra, pues yo nací doce años posterior a cuando se inició la misma, pero las secuelas que dejó la misma duraron hasta esa época en que yo empecé a dar mis primeros pasos y algunos años más.

Extremadura en aquel entonces era muy pobre, diría que relativamente pobre o más bien escasa en algunas necesidades digamos que de primer orden, era la época en que los americanos no ayudaban mandándonos su leche en polvo o sus quesos envueltos en parafina.

Yo de estas cosas no tenía necesidad porque mi padre era pastor de ovejas y esas cosas las producíamos en casa, no a gran escala, pero nos daba para el consumo familiar, por tanto no éramos de las familias más necesitadas, aunque en la escuela o en la parroquia, nos daban esa leche en polvo y esos quesos envueltos en parafina.

Pero mi padre tenía muchos recursos para ayudar a su familia, me enseño muchas cosas que eran comestibles que se encontraban en esos campos de Dios.

Así aprendía a coger cardillos, marujas o pamplinas, berros, criadillas, espárragos, romanzas, fieras o achicorias, también aprendí otras muchas cosas, como a cazar pájaros con trampas, liebres con lazo o perdices a la carrera o peces con garlitos, que era algo así como una especie de embudo con otro embudo mas pequeño que se unía a la boca y se hacia con unos aros de mimbre y juncos se ponía en las corrientes cuando había trepa y pez que entraba ya no salía.

Por tanto todos los de la familia, podíamos disfrutar de esos pequeños manjares, que Madre Naturaleza nos proporcionaba.

Y luego los recursos naturales que en casa había, como gallinas, conejos, pavos, cerdos y los que se derivaban de esos que nos proporcionaban los animales que cuidaba, o atendía.

Otras cosas las cultivábamos, como patatas, garbanzos, tomates etc.

Dios o Madre Naturaleza, siempre nos proveía de todo aquello que pudiéramos necesitar, por tanto nunca nos faltó de nada.

Puede ser que a lo mejor no fuera legal lo que hacíamos, pero no se lo quitábamos a nadie, pues era Madre Naturaleza quien nos lo proporcionaba.

Y no éramos los únicos que lo hacíamos, porque los había que hacían cosas peores echando carburo o lejía en algunas de las charcas que repoblábamos con tencas, donde el ganado tenía que ir a beber o metían los trasmallos y arrasaban con todo lo que había, pero contra esto no podíamos hacer nada.

Posiblemente estuvieran más necesitados que nosotros así que cuando esto sucedía, o te quitaban algún cordero, no nos quedaba más remedio que ajo, resina y agua. (Creo que no necesito ser más explícito)

El dinero era más bien escaso, porque se ganaba muy poco, recuerdo alguno de sus sueldos por aquel entonces que rondaría las doscientas cincuenta pesetas o trescientas mensuales, que solo te daban para comprar los alimentos básicos o de primera necesidad, como pan, ropa  que confeccionaba mi madre, o calzado.

Casi todo había que comprarlo a plazo o fiado que pagabas cuando vendíamos la lana o los corderos, de los cuales mi padre percibía la parte proporcional que le correspondía por la pequeña excusa que poseía el 10% de las que tuviera el amo o unas cuarenta aproximadamente.

Pero los comerciantes de mi pueblo eran así, se fiaban de nosotros al igual que de otros muchos que tampoco tenían medios suficientes. Porque sabían que se lo íbamos a pagar, por lo que no puedo hablar mal de ellos.

Desde estas líneas, mi agradecimiento, para esos zoriteñ@s con los que tuve esa gran suerte de compartir esos años difíciles de mi infancia y adolescencia.

 Desde este séptimo cielo, un abrazo y un saludo para tod@s ell@s.

Managuper.








No hay comentarios:

Publicar un comentario