viernes, 20 de diciembre de 2013

216 COSAS DE UNA COMIDA DE ASOCIADOS

 Cosas de una comida de asociados

Difícil empezar un día como el de hoy, donde ha reinado la paz, la armonía y la concordia, donde casi todos eran parabienes, felicitaciones y deseos de que a todos nos vaya mejor en ese nuevo año que está casi a punto de comenzar.

Hoy era ese día que muchas empresas celebran con sus empleados, sus asociados o esa gente que ha prestado sus servicios durante gran parte de su vida a servir a los demás.

Y nuestra empresa o esa para la que trabajé durante casi cuarenta años, lo ha hecho, aunque ahora ya en forma de asociación, que nos ha subvencionado con un 50%.

El comienzo fue con una misa en la parroquia del Carmen, recordando a esos compañeros que nos han dejado o que han pasado a otra dimensión, porque ya no están.

A la salida de ésta cada uno se arrimó o se unió a ese grupo de amig@s con los que más o menos se relaciona y nos fuimos de vinos.

El convite o comida de despida, estaba previsto a las catorce y treinta, en el hotel Palacio de Castellanos, donde a la entrada nos agasajaron con unos vinos, coca colas, fantas o refrescos, con variados pinchos caramelizados, fritos y otros.

A las quince horas bajamos al comedor donde cada oveja se fue con su pareja y cada culo agradecido con su respectivo.

Yo como casi siempre me senté en la mesa de los solteros, divorciados, separados y gentes de malvivir, o de esos que no tenían a sus parejas respectivas porque a lo mejor les había tocado trabajar.

Así que la armonía fue casi perfecta, en la mesa de enfrente, teníamos a los correveidiles o esos que se prestaban a estas tareas, porque así se lo mandaran y a nuestra espalda o detrás mas o menos formada por algunos dirigentes o gente que se ha sentido importante.

A nuestra derecha otra mesa de machacas u obreros mas o menos cualificados y un poco más entre nuestra izquierda y derecha otra mesa de altos cargos o de máximos mandatarios, por tanto estábamos bien rodeados y casi sin escapatoria a los ojos de todos estos que nos rodeaban.

 La comida comenzó con unos entrantes de langostinos fritos y rebozados en pan, unas lonchas de ibéricos y unas hierbas aromáticas.

De segundo hubo unos trozos de llubina al horno con una salsa de tomate, que estaban exquisitos.

Y de tercero solomillo de ternera asado, para mi gusto un poco más hecho de lo debido, acompañado de unas proteínas de la huerta.

Todo ello regado con vinos de la tierra, blanco para el pescado y los entremeses y tinto de la Ribera del Duero para la carne.

De postre algo así como una especie de tartina de turrón individual de forma circular envuelta o rodeada con un aro de chocolate blanco, con una peineta de chocolate negro un brochazo de chocolate negro, sobre la que se asentaba y a los laterales dos gotitas de leche condensada.

Se me ocurrió pintarle dos ojos, una nariz y unos labios y pincharle la peineta y le dije a mis compañeros de mesa: “me voy a comer a la Martirio.

Si esta obra de arte la hubiera firmado un Dalí o un Picasso, se hubiera convertido en una verdadera obra de arte, pero yo ni la firmé y me la comí sin más.

Después vino el café y brindis con champán, se entregaron unos premios y alzamos nuestras copas.

Aprovechando que el baile no había empezado todavía y casi sin que nadie se diera cuenta, me marché sin dar un ruido, despidiéndome de mis compañeros de mesa y de esa otra de machacas a la vez que les decía, a l@s que se han tomado una copa demás que los aguanten sus espos@s, que yo no tengo por que hacerlo y hasta otra.

Y con este breve relato de lo que ha pasado en este día, me despido.

¿Hasta cuando?

Solo Dios lo sabe.

Un saludo para tod@s esos compañer@s que aunque no me lean, he tenido esa suerte de compartir este día con ell@s.

Hasta otra o hasta siempre.

Managuper.

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