196 Cosas de palomas y murciélagos
Otro día más aquí me encuentro de nuevo para empezar mi relato, o descargar mis neuronas de esas ideas que se me almacenan en mi cabeza.
Hoy me viene a mente algo que me sucedió el otro día, cuando me encontraba en el salón de mi casa justamente a la hora de la comida, no recuerdo exactamente el día, pero creo que fue al día siguiente, o dos o tres días después de hacer mi relato sobre los del espíritu santo.
Resulta que me encontraba en el comedor viendo las noticias que se habían producido ese día en el mundo, las cuales nos suelen trasmitir en esa caja rectangular y que yo la llamo así “Caja de noticias” otros la llaman “Tele”, otros “Caja Tonta”, otros “Noticiero” otros “Caja cuadrada” o como cada uno quiera bautizarla.
Cuando de pronto veo que se acerca una paloma o palomo, porque no me dio tiempo a ver su seso y se estrella contra el cristal de mi ventana, lo mismo podría ser hasta el mismísimo Espíritu Santo que venía a comunicarme algo.
Pero como la ventana estaba cerrada, no pudo entrar y se estrelló contra ella, salí para ver que no le había pasado nada, pero el tortázo, se lo llevó en pleno cuerpo y cuando quise salir ya no estaba, si la ventana se hubiera encontrado abierta se hubiera colado en mi salón hasta que hubiera llegado al fondo.
Esto se lo debo a mi cuñado que cuando estuvo por los santos, se tomó la molestia de limpiarme las persianas y los cristales de la misma y los debió de dejar tan relucientes que dicha paloma se estrelló contra ellos sin percatarse que existía esta barrera que no pudo traspasar, por tanto esto me hace pensar que como decía Serrat en una de sus canciones, que empezaba así: se equivocó la paloma, se equivocaba, por ir al norte, fue al sur o algo así.
Sé que más de cuatro pensaréis que os estoy contando una trola, pero os garantizo que es tan cierto como que me llamo Manuel o Manolo.
Tiempo atrás también una paloma torcaz, un día de mucho frío y al oscurecer vino a refugiarse detrás de una caja que tenía en la terraza, con las mismas, la cogí, la estuve acariciando y la eché a volar nuevamente, para que se buscara otro refugio.
Anteriormente a esto que os estoy relatando venían a dormir tres murciélagos, que tenían su refugio entre los cubos de la fregona y al oscurecer siempre salían y empezaban a volar o cazar insectos por delante de la terraza de mi casa.
Esto debe ocurrirme por vivir en el séptimo cielo, pero que todos los males vengan por ahí.
Sed buenos y disfrutad que para eso hemos venido a este planeta.
Managuper.
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